De acuerdo a lo que relata la historia cristiana, esta celebración, instituida precisamente en honor de Todos los Santos, fue instaurada por el Papa Urbano IV, la autoridad máxima Nº 182 de la Iglesia Católica que la gobernó desde 1261 hasta 1264, año de su muerte, habiendo establecido esta fiesta como una forma de reconocer a aquellos santos a los que los fieles no celebran durante todo el año, por no tener programada una fecha propia en el calendario litúrgico.
Esta fiesta netamente de tradición cristiana, se lleva a cabo el 1 de noviembre, en todos los países que mantienen la tradición cristiana, celebrándose en la Iglesia Ortodoxa, Anglicana y Luterana, el primer domingo después de Pentecostés. Por tradición esta fiesta, se celebra en un día feriado no laborable.
La historia, relatada por Jesús de las Heras Muela, destaca que desde hace más de un milenio –a partir del siglo IX, la Iglesia Católica celebra esta fiesta el 1 de noviembre, como una solemnidad litúrgica denominada la celebración de Todos los Santos, calificada como día de precepto, al interior de la Iglesia.
Pero ¿Qué se entiende por día de precepto?. La obligatoriedad decretada por la Iglesia Católica y exigida a los fieles para participar en la Eucaristía, como centro de la vida cristiana y del día de fiesta, absteniéndose de aquellos trabajos y actividades que impidan dar culto a Dios, gozar de la alegría propia del día del Señor o disfrutar del debido descanso de la mente y el cuerpo. De este modo se subraya el peculiar valor para la vida cristiana de estas solemnidades del año litúrgico, aunque se celebren en días variables de la semana (Juan Pablo II, Dies Domini, 31 de mayo de 1998, Pág. 79)
En este mismo contexto celebrativo y temporal, los monjes benedictinos de la célebre abadía de Cluny, comenzaron a celebrar al día siguiente -2 de noviembre- la conmemoración de los fieles difuntos, que posteriormente s extendió por toda la Iglesia, teniendo también en Roma su lugar durante el siglo XV.
Las coincidencias y similitudes de estas fiestas se focalizan en que ambas tienen un común denominador de la vida eterna después de la muerte.
La fiesta de Todos Santos, se trata de una popular fiesta cristiana, que evoca a quienes nos han precedido en el camino de la fe y de la vida, aunque gozan ya de la eterna bienaventuranza, considerados como ciudadanos que han adquirido de pleno, el derecho al cielo, entendida como la patria común de la humanidad de todos los tiempos.
S considera que la fiesta de Todos los Santos, es la fiesta dedicada a todos los santos anónimos, los santos desconocidos, los santos de pueblo, los santos de nuestra familias, al cabo de que no cabe la menor duda que entre los santos del 1 de noviembre, se incluyen amigos, paisanos, conocidos y familiares.
El Papa Benedicto XVI manifestaba que santo, es aquél que está tan fascinado por la belleza de Dios y por su perfecta verdad que, éstas cualidades manifiestas de un Dios que lo trasmite todo, lo irán transformando progresivamente. Santo es quien, por esta belleza y verdad, está dispuesto a renunciar a todo, también a si mismo, por cuanto le es suficiente tan solo el amor de Dios, que puede experimentarlo y transmitirlo en el servicio humilde y en el amor al prójimo.
Cesáreo Gabaraín, sacerdote y músico español, describía, a través de una canción, lo que era la santidad, manifestando lo siguiente: Un santo no s un ángel, es un hombre de carne y hueso, que sabe levantarse y volver a caminar luego de sus caídas. Santo es quien no olvida el llanto de su hermano. Es quien vive su fe con alegría y lucha cada día pues vuelve a amar.
La celebración de Todos los Santos desde la perspectiva de la educación superior
Una vez que conocemos la esencia de esta celebración, nos planteamos una interrogante: ¿Cuál puede ser la posición que asume la educación superior respecto a esta fiesta de celebración de precepto?.
Para buscar respuestas, derivemos nuestra mirada en la educación superior, en primera instancia y analicemos la Declaración Mundial de la Educación Superior en el Siglo XXI, propuesta por la Asamblea de la UNESCO, en fecha 9 de octubre de 1998 que destaca lo siguiente:
- La demanda creciente de la educación superior y una mayor toma de conciencia de la importancia fundamental que este tipo de educación reviste para el desarrollo sociocultural y económico, preparando a las nuevas generaciones en nuevas competencias, conocimientos e ideales.
- Los desafíos a los que se enfrenta la educación superior en lo concerniente a financiamiento, igualdad de condiciones de acceso a los estudios, capacitación del personal, la formación basada en competencias, la calidad educativa, la investigación y los servicios educativos, la pertinencia de los planes de estudios, el acceso al empleo, las nuevas oportunidades en las formas de producir, organizar, difundir y controlar el saber, así como las facilidades para acceder al mismo.
- La carencia de instituciones de educación superior e investigación que formen a una masa crítica de personas cualificadas y cultas que permitan garantizar un auténtico desarrollo endógeno y sostenible.
- La distancia existente entre los países en desarrollo y los países pobres con los países altamente industrializados y la posibilidad de acceder a nuevas tecnologías para reducir estas disparidades.
- La tendencia y necesidad de una sociedad requerida de formarse en el conocimiento, en el desarrollo sociocultural, socioeconómico y ecológicamente sostenible de los individuos, las comunidades y las naciones.
- La necesidad de que desde la propia educación superior, pueda emprenderse la transformación y la renovación más radical que jamás haya tenido, ante la profunda crisis de valores en la que se insume la sociedad, de manera que pueda transcender las consideraciones meramente económicas y asumir dimensiones de moralidad y espiritualidad más arraigadas.
De acuerdo a lo que puede observarse - a Dios gracias- en la última parte del manifiesto se hace referencia a la construcción de una sociedad moral y espiritual, de la que no se habla con absoluta profundidad, amén de las referencias a la calidad educativa, el desarrollo tecnológico e industrial, vía una educación superior que está llamada a trascender en el campo de la generación de competencias, orientada al desarrollo económico de los pueblos.
Es por ello que consideramos que la educación superior, debería dirigirse, en primera instancia a ese estrato superior al que debe llegar toda persona humana, a partir de una profunda transformación moral y espiritual de las personas, tan necesaria para construir una sociedad más humanizada y deseosa de alcanzar los más altos estándares de moralidad en la realización de todos sus actos.
¿Sería posible en consecuencia, rescatar la fiesta de Todos los Santos en la que se destaca la vida espiritual de las personas que desearon acceder a una mejor forma de trascendencia humana, para elaborar manifiestos educativos en los que moralidad y la transformación de las personas, puedan constituir pilares fundamentales de las nuevas tendencias educativas propiciadas desde tan altos escenarios de la educación mundial?.
Si la fiesta de Todos los Santos, se constituye en una llamada apremiante para que todas las personas podamos vivir una vocación de santidad, en función a nuestros propios estados de vida, de consagración y de servicio, no es necesario que pretendamos promover una vida de santos, sino simplemente promover desde los escenarios educativos, que la moralidad, y la espiritualidad puedan constituirse en el hilo conductor de la formación de una sociedad que requiere educarse en valores y principios morales y en el crisol de una ciudadanía que podría contribuir desde sus diversos estratos, a consolidar una sociedad mas justa, equilibrada y fundamentada en el amor.
La Iglesia Cristiana exhorta en estos días a promover la santidad de sus fieles. Esta postura debe llevarnos a la reflexión para que podamos apoyar esta moción, de manera que, desde las aulas universitarias en las que se imparte educación superior, podamos impulsar este propósito, entendiendo que la vida en santidad y la moralidad no debe constituirse en patrimonio de algunos privilegiados, sino en alternativa para toda la sociedad que requiere acceder a un mejor estatus de vida, fundamentada en el amor, la comprensión, el respeto por el prójimo y en la tolerancia, tan importantes para consolidar una sociedad fundamentada en la espiritualidad moral de sus componentes.
Lic. Richard Koria